Si los animeros están vinculados a la petición de limosna las cofradías de las Ánimas, los auroros, en cambio, estaban principalmente relacionados con el culto a la Virgen María, a través del rezo del rosario y el canto de salves a primera hora de la mañana (la «dispierta» o despierta).
Su existencia se enmarca en las distintas cofradías de la Aurora, como la de Bullas, que fue establecida en 1821 y que con el tiempo y el auge de las procesiones de Semana Santa evolucionó hasta convertirse en una hermandad pasional bajo la denominación de Cofradía de San Juan Evangelista, conocida popularmente como Los Blancos.
Alfonso y Joaquín Valera Manda, los Pavos, fueron los dos últimos «Hermanos Despertadores» que mantuvieron viva la antigua tradición de los «auroros» y sus «despiertas» en Bullas. Miembros de la cofradía de San Juan Evangelista, heredera directa como hemos dicho de la antigua Hermandad de la Aurora, los dos hermanos salían cada sábado de madrugada en determinadas épocas del año, entonando salves a la Virgen y coplas de Aurora, acompañadas de guitarra y platillos hasta finales de los años 60 o principios de los 70 del pasado siglo. Quizá por su limitado número, estos dos solitarios auroros se veían obligados a prescindir de los dos elementos principales que caracterizan a este tipo de agrupaciones religioso-musicales, la campana y el farol.
Por suerte la tradición de los auroros ha subsistido en la pedanía bullense de La Copa hasta la actualidad, aunque existen notables diferencias entre nuestros auroros y los de las pedanías de Murcia.
Mientras en los pueblos de la Huerta se trata de un canto polifónico casi exclusivamente oral, en nuestro municipio las salves son acompañadas por instrumentos de cuerda y percusión tal y como se hace en el resto del repertorio popular.